domingo, marzo 4

Noventa, diez

Allá van los pensamientos lúcidos, las esquinas
vividas, las miradas llenas de autos y de sol.
Allá van, sobre puentes de metal
donde muchos han soñado con arrojarse al flujo
del tránsito, al embotellamiento
(a punto de ser atropellada, una ciclista se salva
por un meñique, sonríe a la niña que le mira
desde el asiento trasero del auto
que su padre acelera).
La boca reseca es un símbolo de nada.
El otro día mis sobrinas contaban los noventa vagones
de un tren con diez locomotoras, pero en esta ciudad
nadie cuenta con nadie.




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