–Qué engañosas son las novelas de aventuras –se dijo entre dientes al sumergir en tinta su pluma negra de ganso y disponerse a manchar un pliego de papel con las huellas de una guarnición de caballeros ateridos de miedo, al margen de una batalla de la que huyeron para salvar su pellejo antes que el honor. El hombre al que llamaban Tusitala colocó su mano bajo el mentón, pensativo, balbuceó algunas palabras indescifrables y luego mojó de nuevo la punta de su pluma tal si fuese una flecha envenenada.
lunes, diciembre 17
viernes, diciembre 14
Este cajón electrónico
Acaso estas más recientes colaboraciones tengan también una cercana fecha de caducidad. De todas maneras, reincidente, levo el ancla de otro poemita. Ya veremos si naufraga:
Anduve en tierras desconocidas, acuciado
por la sed de un desierto
sólo posible en sueños, me convertí
al sosiego taimado de las serpientes
en el crucial instante de la caza,
me interné en ese vacío, cobijado por un cielo abierto
donde rondaban tres o cuatro zopilotes.
Me senté a esperar.
El sol quemaba intenso como una culpa
de la que ninguna distancia puede librarse.
Tal vez era yo un espejismo.
N 14 12 07
*
viernes, noviembre 9
Antes del amanecer
como serpientes a una casa despoblada.
Antes del amanecer habremos de rendirnos
a la inmensidad de este mar esquizofrénico
que parte donde un desierto también comienza.
domingo, septiembre 16
Furia
jueves, agosto 16
Tránsfugas
Huíamos en la desazón, navegando la agreste superficie de una literatura que nos hacía depender de los ojos de un niño voraz en el verano. En la lejanía veíamos aún, a través de las huellas impresas en los catalejos, a los uniformados que ladraban su pólvora húmeda frente al Tigre –transcurrían horas y semanas como las páginas lentas de un libro. Ya en el trance de abordar la arena incierta, pensábamos en la meliflua y ausente voz de Kali que nos envolvía con sus brazos de niebla, al fin poseedora de una seductora lengua de filo nacarado tan precioso como la espuma.
viernes, julio 27
Mar abierto
Era un habitante de su sombra. Derrotado en mil batallas nunca libradas, le esperaba una soga amarrada al mástil mayor. Ya había despejado la niebla que cubría los espectros y las tormentas que habían hecho naufragar a más de un enemigo, el océano por fin amainaba y el horizonte comenzó a parecerle de una intensidad insoportable. Si tenía que morir no opondría resistencia, ese recurso de los débiles. Lo había perdido todo, se había dejado arrastrar por la inercia de una navegación que no desistió de seguir su estrella hacia ninguna parte. El mar abierto era una trampa que lo devolvía al mismo puerto de donde había partido, por más que se alejara.
jueves, julio 12
La bitácora
En su mesa roída por la desesperación de las ratas, en un camerino de ahogada respiración, el capitán se aplica a la escritura de su bitácora con la misma necedad que el rígido timonel, enardecido por la inexistencia de los mapas. La carabela ha sufrido una que otra baja, por lo que haber mentido distancias es una falta menor. Una noche ha pasado por lo menos la tripulación sin beber de ese ron que hace arder la garganta y el estómago hasta recordarles que están vivos bajo un cielo que pesa hasta los huesos. A punto de alzarse en motín debido al hambre que agravia más que la incertidumbre, se detienen ante la promesa de llegar a un destino donde el oro prevalecerá y terminará por engullir a sus refractarios. La bestia fantástica ya se yergue en los corazones avarientos como un tigre recién liberado de su jaula.
viernes, junio 8
Vaivén
Comíamos pequeños trozos de jamón y apenas si nos mojábamos los labios con un jerez que había sobrevivido al derroche: no sabíamos a dónde nos precipitaría la marea. Poco importaba ser blanco de bandoleros o navegar con leviatán a cuestas, el único lugar cierto estaba al fondo de nuestra memoria. A veces, en días con densa niebla, una figura fantasmal se desplazaba de las mazmorras a cubierta hasta detenerse en la proa, mirando hacia atrás para señalarnos el fin del mundo. Nos habíamos acostumbrado a la ilusión. Ya nos lo había advertido una sibila en la última taberna donde dicen habernos visto: desconocíamos la aventura, estábamos presos en la imaginación de un hombre que despreciaba el mar.
sábado, junio 2
Un ínfimo acto
Comparecimos ante el consejo, reunidos en el candor mutilado de la arena. El sol había vidriado los ojos de los dromedarios cansados de sumar kilómetros de acerbas melodías sobre sus corvas. Invisibles aves hurtaron nuestros víveres y estábamos resignados a morir de inanición o de, cosa rara, falta de sed. En realidad, habíamos planeado que en algún punto incierto la caravana de ancianos fastidiosos que formábamos se detuviera, si bien a estas alturas sin rumbo preestablecido. Nos sentamos bajo unas palmeras a esperar que el polvo respondiera la recalcitrante pregunta, inscrita en unos huesos de ballena todavía tibios. Aun cuando nos adivinábamos incapaces de evitar la tormenta que sobrevendría al encarar los designios que los dioses nos habían impuesto sin consultarnos, decidimos objetar el destino con un ínfimo acto de rebeldía. El sopor crecía como una duna en nuestro corazón para comenzar a tragárselo todo a su alrededor, tan lentamente como el último paso del último dromedario que caía enfermo.
sábado, mayo 19
Austro
Llegó a ítaca con una voz consumida en el fuego de las olas. Nadie le esperaba. Aquel manto tejido de día y destejido por las noches fue una ilusión para alimentar la esperanza de los guerreros que regresan a su patria. Quien se ha ido debería saber que más le valdría un oráculo grato a su muerte en la batalla. A menos de que su destino sea el viaje. En ese caso, quédate donde te reciban. No por nada tu regreso siempre será a una isla. La metáfora no miente: esa isla eres tú mismo, rodeado de seres fantásticos más allá de tu mirada ansiosa.